jueves, 9 de enero de 2014

La voz dormida

Cuando La voz Dormida cayó en mis manos, sabía lo que iba a leer, conocía el sufrimiento de las mujeres durante la posguerra española y por supuesto sabía de su heroicidad, sin embargo lo que nos sabía era cuánto me iba a marcar esta novela y lo que iba a significar para mí. Este libro representa nuestra historia, tanto la de las mujeres como la de los hombres. Es una novela imprescindible tanto para entender una guerra, una lucha y una dedicación, como para nuestro propio conocimiento e idea de nosotros mismos. Un relato de valentía y sacrificio, y por mi parte de orgullo, porque en ellas veo a mis familiares, a mi bisabuelo fusilado, a mi abuela, porque aún no sabe donde está su padre, a todos ellos que lucharon por una justicia que nunca ha llegado.
La voz dormida es el relato real de un grupo de mujeres encarceladas en la prisión madrileña de Ventas. Relegadas a un ámbito doméstico, estas mujeres tomaron las riendas de su vida por la igualdad y la justicia. Hortensia, Reme, Tomasa y Elvira son las cuatro mujeres que coinciden en esta cárcel. Ellas, nos cuentan su día a día en la cárcel, sus historias, sus pensamientos, sus ilusiones, nos hablan de sus familias y cómo llegaron hasta la cárcel. Hortensia, una miliciana embarazada espera su ejecución hasta que de a luz, el único hilo que tiene con el exterior es su hermana Pepita, que aunque joven y achantada, supera su miedo y llega a ser una gran persona, valiente y con valor.
Es una obra que impresiona su descripción y su capacidad de emocionar y conmover a al lector, la descripción de las torturas y barbaridades de los franquistas, desconocidas para la mayoría, quedan grabadas en la mente para siempre; arrojaban a los comunistas a las profundidades de las minas, mientras morían aplastados unos encima de otros, con el dolor de todos los huesos rotos, o como tirar a una familia entera desde lo alto de un puente, para luego dispararlos sin ningún tipo de sensibilidad. Esta novela dura, nostálgica, triste y desgarradora también nos deja  momentos de emoción e incluso de ánimo, como el momento en el que se niegan a cantar el himno franquista y con el puño en alto y la voz bien fuerte empiezan a entonar La Internacional, entre otros momentos de desafiar a las carceleras sin compasión.
Es una novela que no termina después de leerla, se quedan marcadas las imágenes de Hortensia, Elvira y las demás de una manera que acaban formando parte del lector para siempre. Quizás, este tipo de libros u otras obras a cerca de nuestra Guerra Civil y su posguerra, son tan duras porque nunca se ha hablado de estos crímenes; aún tenemos miles de muertos en las cunetas y familias enteras que no saben dónde están sus antepasados, historias que no han sido juzgadas, criminales que han muerto plácidamente en sus camas mientras muchos aún no encuentran su reposo. El franquismo no ha sido sentenciado, ni juzgado, todas las heridas están abiertas, se han querido tapar mientras todavía supuraban. Dulce Chacón, autora de la novela dedica su libro 'a los que se vieron obligados a guardar silencio', pero añado 'a los que hoy todavía nos vemos obligados a guardar silencio'.

* La fotografía es una miliciana de la columna Uribarri con un niño en brazos.

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